En más de una ocasión el artesano quiso describirle al lisiado capitán en qué consistía —según sus investigaciones— ese extraño mecanismo de Anticitera que lograba sostener nubes blancas sobre la línea del horizonte. Insistía en la importancia de mirar de tal manera que, una estaca cualquiera, se interpusiera como columna de la línea. Eso solamente podía hacerse los días despejados con viento del suroeste.
En el momento en el que la declinación de la cerca empujaba hacia arriba el horizonte, siempre aparecía una nube blanca. Solamente unos pocos segundos, pero los necesarios para poder advertir la improbable certeza de que realmente fuese esa la causa…y ninguna otra.
Concluyó: “el horizonte es un lugar poblado de incertidumbre que es necesario apuntalar siempre con la mirada”
De “Postales de un zapatero veneciano”