La Cámara Oscura y el Revelado

Tengo entre manos desde hace unos días “El Misterio de la Cámara Lúcida” de Serge Tisseron, Ed. Universidad de Salamanca.

Es, de modo esquemático, una interpretación desde el enfoque psicoanalítico del Acto Fotográfico, o al menos de algunos de sus aspectos. En su capítulo “El encerramiento en la caja negra” he encontrado algunas reflexiones del autor que estimo muy interesantes ya que aportan bases fundamentales. La palabra es elemento básico para el análisis en este tipo de enfoques, y Serge se abriga en su abordaje en varios conceptos/palabras muy “reveladoras” para los fotogrfos.

La primera establece un nexo de unión en concepto entre la “cámara oscura” presente en todo acto fotográfico y la “cámara oscura” que de un modo metafórico es el inconsciente.

Él parte del razonamiento de que hacer una foto es en realidad guardar en una “cámara oscura” aquello que no ha podido ser introyectado en el momento en se se produjo, haciendo de este proceso una suerte de “salvado lo mas fidedigno posible de lo acaecido”, para poder elaborarlo (revelarlo) cuando las circunstancias lo permitan.El inconsciente –cámara oscura también– según el psicoanálisis, haría una función muy similar de por sí, y la fotografía sería un medio simbólicamente idóneo para “emular” esta función.

Así, al igual que ante un suceso traumático o en definitiva, demasiado denso o rápido para ser elaborado en el momento en que ocurre, el inconsciente almacenará esos datos de modo exhaustivo y fiel, a la espera de que puedan ser procesados de un modo completo*. El fotógrafo hará lo mismo con su cámara, pero lo hará tanto desde un plano individual como también a modo de “conciencia colectiva” en otras situaciones. Por tanto, fotografiar, será un modo de “poder revelar” lo acaecido en el momento que sea posible hacerlo, siendo el mecanismo en su propia mecánica, garante de fidelidad en un plano simbólico. La vertiente sensorial–afectivo–motriz que sostenta el acto fotográfico, así lo faculta en su origen.

Se desprende en su lectura de este modo, que la fotografía trascurre en un ámbito de intento de introyección de lo real por parte del autor, a través de “la esperanza de revelar” ante sí mismo o ante los demás, el objeto referente de su obra.

Conflictos psíquicos personales, un carácter traumatico de la experiencia, la vergüenza o la culpa que impiden hablar de un acontecimiento y por último los efectos que sobre uno mismo tienen vivencias graves de generaciones anteriores en la familia del propio autor, serán los supuestos que den soporte a este “quehacer de la cámara oscura”.

Cita varios ejemplo de fotógrafos cuya obra gira entorno a uno u otro de estos ejes, pero me llama mucho la atención aquél en el que Joel Peter Witkin, conocido profusamente por sus series descarnadas sobre monstruos y cadáveres mutilados, relata en alguna ocasión cómo a los seis años presenció un accidente en el que recogió en su mano la cabeza separada del tronco de una niña… Termina Serge su capítulo con una frase que relativiza su análisis con una afirmación que me ha llamado mucho la atención por su carácter ecléctico o al menos abierto:

Es mas fácil hablar de “secreto de las imágenes” que saber en cada momento de qué tipo de “secreto” se trata.