Fue en Siguanea…

[…] Un ruido estremecedor, hueco, como de arrastre rasgado de la orza le hizo saltar del catre en la negrura. Pisó la cubierta y sintió una fuerte guiñada que le hizo perder el equilibrio mientras alcanzaba casi por puro azar la piel untuosa del salitre en el timón: giraba ya desbocado advirtiendo su derrota.

Otro bandazo y de nuevo se rasgó el viento en un alarido de la popa contra el arrecife. Centelleando sobre las olas y perdiendo sitio en el agua de babor, cabeceo y partió con un quejido el rumbo.

El aire negro, la mar un suspiro de marejadas alzándose en desquiciados lengüetazos sobre la cubierta vestida con harapos empapados de la vela mayor, cabos, marrollas, el winche chirriando cantos enloquecidos traídos desde el génova. La proa clavada, negra también, bajo la mar…

Frente a Playa Larga, rumbo 270º, Oeste, la madrugada antes de llegar. […]

No, ni es una playa en Siguanea, ni es la Isla de Pinos, la Isla de la Juventud, en Cuba…es otra ensenada, la Ensenada del Tuerto quizá.

A veces se recuerda una historia y uno la cuenta de nuevo. Y la historia cambia y se viste de las luces de otras playas…y despierta tras aquella noche ya casi olvidada, extraña. Despierta en otra playa.

Una fotografía, solo a veces es capaz de aguardar una historias sin contarla siquiera. Quizá sea esa la cosa: una fotografía espera una historia, no la cuenta.