Llegar a donde no esperabas ir: Susan Meiselas

Encuentro una recopilación de escritos variados en la nueva (renovada) página de Zonocero en referencia al libro “La educación de un fotógrafo” por Charles H. Traub, Steven Heller, y Adam B. Bell. Me quedo muy especialmente con esta cita de Susan Meiselas:

“Debemos encontrar maneras de llevar a la gente a un lugar a donde no espera ir”

Encuentro una resonancia especial —muy modestamente punzada, por supuesto— con este último trabajo, y me decido a colgarlo en el blog junto con esta historia —seguramente mas leyenda que realidad en un sentido estricto—, que recordé al ir revelando la toma en el editor: llegué por tanto “a donde no esperaba ir”

La fotografía es esta:

…y esta es la historia (insisto en su carácter decididamente “legendario”) traída de Wikipedia:

“Según ha llegado hasta nosotros a través de los escritos y la tradición oral, el relato dice así: a mediados del siglo XVII en el pueblo de Liérganes, en Cantabria había una pareja, Francisco de la Vega y María de Casar, que tenían cuatro hijos. Francisco falleció y la viuda mandó a su hijo Francisco a Bilbao a aprender del oficio de carpintero.

Estando en Bilbao, Francisco se fue a nadar el día antes de San Juan, en el año 1674, con unos amigos pero llevado por la corriente, éste desapareció y no se volvió a saber mas él. Solo cinco años después, en 1679, en Cádiz, unos pescadores afirmaron ver un ser acuático pero con apariencia humana que desapareció rápidamente. Esta aparición se repitió constantemente hasta atrapar a la criatura con trozos de pan y unas redes. Una vez capturado pudieron constatar que se trataba de un hombre, con escamas y forma de pez.

Entonces fue llevado al convento de San Francisco donde fue interrogado para saber de quien se trataba y al cabo de un tiempo consiguió tartamudear una palabra: “Liérganes”. Nadie sabía que significaba, hasta que una persona de Cantabria que estaba trabajando en Cádiz, comentó que en Cantabria había un pueblo que se llamaba así. También Don Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición, confirmó dicha afirmación ya que él era de allí.

A continuación, llegó la noticia a Liérganes para averiguar si había pasado algo extraño en los últimos años y desde Liérganes respondieron que únicamente se había registrado la desaparición de Francisco de la Vega, cinco años atrás. Entonces Juan Rosendo, un fraile del convento, acompañó a Francisco hasta Liérganes para comprobar si era cierto que era de allí y a la altura del Monte de la Dehesa, Francisco se adelantó y fue directamente hasta la casa de María de Casar, que rápidamente lo reconoció como su hijo.

Ya en casa de su madre, Francisco vivió tranquilo sin mostrar ningún interés por nada. Iba descalzo y a veces desnudo y no hablaba apenas. A veces estaba varios días sin comer pero no mostraba entusiasmo por nada. Después de nueve años en casa de su madre, desapareció en el mar sin volver a saberse nada sobre él”

Hay, potencialmente al menos, una narrativa en la fotografía que mama directamente del lenguaje icónico de los sueños y de la prosodia de sus colores, sus brumas y sus “olvidos”. Esta, haciéndola consciente en parte, es capaz como dice Susan Meiselas de “…encontrar maneras de llevar a la gente a un lugar a donde no espera ir”