Casi como una sopa de vuelo de gaviotas, la luz roja dibuja histogramas impensables, superpuestos, imprevistos.
Preparas minuciosamente la toma: enclave de cámara, medición «exacta», horizonte estable…y, de pronto, una gaviota vuela.
La fotografía tiene un histograma oculto: lo improbable modifica la toma y te muestra la foto.
Pero todo lo que el fotógrafo hace ajeno a lo improbable, en realidad, lo acoge, casi lo hace posible.
Los chamanes, ni curan, ni saben…probablemente, pero son conscientes de la proximidad constante de lo «improbable»… probablemente.