Para “Quousque tandem…!”: Catilinarias

Oteiza, del que es necesario aprender, al que es necesario revisar a diario si se ha nacido aquí, se filtra ineludiblemente en la fotografía con uno de sus argumentos mas llenos: su concepto del vacío creativo.

Nada mas concluyente que dejarse llevar por los vacíos que describen sus esculturas concibiendo la pieza como un testigo de la ausencia que —es evidente—, es el material mas pesado, mas denso de su obra.

En Oteiza, lo que “pesa” no es la pieza, sino el volumen vacío de su encierro.

En fotografía quizá sea mas sencilla la comprensión de este afecto. En fotografía en blanco y negro, aún mas.

Son los negros los que construyen el mapa del indicio, es la ausencia de luz —el vacío— lo que sustancia la obra.

La fotografía mapea el vacío, lo coloca frente a la vista, lo descubre y lo añora.
Es entonces el propio autor el destino de una narrativa ocluida pero serena. El espectador solo contempla la luz al principio, no la ausencia. De ella se deshace incrustando sus fantasmas en el hueco de las sombras que le devuelven la mirada…y le aterrorizan.

Oteiza, en su alquimia, lucha a muerte con las sombras de sus piezas hasta hacerlas rehenes doblegados de los vacíos que encierran. Transmuta ese pesado volumen en sugerencia activa liberándolo así de sus destinos quietos.

La forma no se explica en la fina línea de un círculo, sino en el vacío que encierra