Ví hace ya tiempo una película guiónizada sobre una novela de Paul Auster: “Smoke”.
El protagonista, Auggie Wren (Harvey Keitel) , trabaja en un estanco neoyorquino en Brooklyn y, por casualidad, se hace con una cámara que, curiosamente, obtiene de una mujer ciega en extrañas circunstancias; una Canon AE-1.
A partir de ese día, Aggie sale a la puerta de su establecimiento y hace una foto desde allí. Siempre a la misma hora exacta, y siempre con el mismo encuadre.
Con las fotos obtenidas de este modo, va elaborando un álbum que se va transformando en varios poco a poco.
Un día decide mostrárselos a su amigo Paul…
Al principio, Paul, no entiende aquel enorme trabajo de su amigo. Todas las fotos le parecen iguales hasta el punto de que, su contemplación continuada, producía en él un aturdimiento y una estupefacción tremendas.
Aggie en cambio, le miraba tranquilo, muy sereno, hasta que en un momento intervino y le dijo:
“—Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.”
“— Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo”, pensó Paul.
Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones…
Esto me hizo a mí también entender la fotografía de otro modo y, desde entonces, este lugar que fotografío tantas veces desde el mismo sitio, es para mí, un poco como la puerta del estanco de Auggie.