La Trama
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Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.
Jorge Luis Borges
La forma es siempre una manifestación narrativa. Por mucho que intentemos distanciarla del referente, de la escena que la contiene, su empecinada repetición, sus simetrías —inexplicables a veces, redundantes y vulgares otras—, nos remiten inexorablemente a la misma esencia que Borges señala tan exquisitamente en el microrelato con el mismo título: “La trama”.
Quizá esas simetrías, sus repeticiones, en la temporalidad extinguida en una fotografía, son testigo, y a la vez actor directo, de esa escena que se repite innumerablemente, constantemente.