El trabajo de un fotógrafo versa sobre las preguntas. El proceso fotográfico siempre remite a alguna pregunta. La pregunta surge, claramente, en la suspensión de la narrativa que, una escena detenida, parece impulsar: una pregunta frente al espejo*.
El proceso revela la pregunta porque la fotografía se rebela: ¡ rebeldía !
¿Y si trabajas por encargo?
Entonces, por confusión, el proceso se invierte: el cliente espera que le reveles la respuesta.
Hay dos tipos de fotógrafos profesionales: los que le devuelven al cliente preguntas, y los que se invisten de oficiantes litúrgicos y le revelan respuestas. Las respuestas que esperan.
Ahora estamos en ese periodo del ciclo donde las preguntas son incómodas y todas las respuestas parecen verdaderas. El obturador es estrecho y la realidad se adelgaza como un hilo para atravesarlo.
Quizá queden ya atrás los tiempos donde las fotografías “mienten al servicio de los clientes”. Nada hay de cierto en una propuesta; al final, la incertidumbre presente en toda fotografía, es su verdadero VALOR, ¡ también en un encargo !
De cada profesional dependerá el futuro de las preguntas. Las respuestas son siempre efímeras.
Fotografiar consiste en el proceso de revelar la rebeldía de la mirada.
No olvidemos que apretamos el obturador con el dedo “índice” para iniciar un PROCESO que el diccionario recoge, en su primera acepción, como “indicio o señal de algo”.
La función de la fotografía es preguntar a las palabras. ¿Somos los fotógrafos los “curas de la nueva era”, …esos litúrgicos oficiantes que santifican verdades falsas? No, concluyentemente no.
Los fotógrafos, en esta “santa misa”, fotografiamos santos desnudos a través del ojo de la cerradura.