Incertidumbre

En ocasiones, uno se siente sorprendido, desconcertado y, a la vez, tremendamente seducido al hacer fotografías. O al contemplarlas…

Es difícil elegir la mejor palabra. Quizá esté del lado de la incertidumbre —de la falta de certeza—, del lado de la escasa comprensión que uno alcanza a tener sobre el proceso y que, lejos de controlarlo o dirigirlo, se apodera de tu actitud y la somete en favor de su propio fin; el fin del propio proceso y no del del autor o el del referente.

Ocurre muy poquitas veces. Parece que esa extraña voluntad narrativa ajena al autor, equidistante del objeto, pero que nunca es el objeto, se reserva, se esconde literalmente, crea una suerte de suspensión que actúa por omisión y no por presencia.

Una fotografía, si “punza”, si “hiere”, si mueve, si se abre a sí misma e irrumpe, si se impone…si eso ocurre con una obstinación irrefrenable, el autor se torna irrelevante, invisible, un mero oficiante de una liturgia que, si acaso, le elige para “su mejor fin”. Le “elige” sin saber siquiera que está ahí, exento el acto de voluntad alguna, y transformado al actor en accidente casual, …“el objeto se revela”.

La fotografía es, quizá, esa delgada línea donde todo se disfraza y desaparece —también el fotógrafo—, donde la realidad se Renueva con una rebeldía extraña. Una rebeldía extraña al propio autor y a la propia escena.

olasola