El vacío de Hidra

“Tres, cinco o nueve; hasta cien, e incluso diez mil cabezas…”

Solo duró un instante, pero Hidra, al fin, se disolvió.
Quedaba el rastro de esas pequeñas gotas trazando espectros, confusas  desde el vacío del aire que ocupó. Un inmenso abismo dando la vuelta al cielo.
Describían su ausencia. Desmintieron su presencia: la hicieron eterna al fin.

Huele a salitre. Ella se había ido. Hidra Nunca existió.

Yo a mi hijo le cuento cuentos; a mi hijo le hago fotos.

hidra